Veo con preocupación que las personas que mantienen su trabajo se están contagiando del virus que llamo "lo que sea". Este virus nace de la incertidumbre y del miedo a perder su trabajo. Por lo tanto, acogen como la mejor demostración de compromiso, el entregarse al 150% a lo que su empresa necesite, si medir el desequilibrio de las demás esferas de su vida ni ser conscientes de que esto les pasara una factura sobre la productividad, rápidamente. Estoy segura que alguien que viva desde la longanimidad, nunca tendrá la tentación de usar el miedo del otro como poder, recurso o herramienta para lograr los resultados.
Como habrán ido deduciendo en las Lecciones 1 y 2, convertirse en un Líder Longánime implica un fuerte trabajo interior. Durante este, se va delineando un estilo de SER, que luego deriva en un estilo de CONVIVIR con los demás y de HACER las cosas. El trabajo disciplinado, persistente y tenaz lleva a que ese estilo se convierta en una forma de vida, al ser la longanimidad su elección al momento de mirar el mundo que lo rodea.
Los cuatro elementos que componen la Longanimidad no se heredan, no se transfieren, no se endosan. Se trabajan desde adentro para que se reflejen luego afuera en nuestros comportamientos.
Una persona que ha acogido la longanimidad como una actitud de vida, anda su camino impulsada por cinco emociones que yo llamo "de acción": la alegría interior, la gratitud, la serenidad, la inspiración y la esperanza. Y vivir así no quiere decir que viva en un mundo irreal. Por el contrario, lo que indica es que sin desconocer las condiciones que lo rodean, sus decisiones y actuaciones están soportadas por esta "actitud longánime"que sin duda es una buena compañía para tomar decisiones acertadas de corto plazo con un buen impacto en el largo plazo y de construir un clima de trabajo apropiado para las exigencias rigurosas de la nueva normalidad
